martes, 4 de noviembre de 2008

Los extraños

Los extraños (The Strangers) es la nueva cinta de horror que nos llega a través de Rogue Pictures, una compañía cuyo catálogo es distribuido por Universal Pictures. Con Liv Tyler y Scott Speedman en sus papeles principales, la película está escrita y dirigida por el debutante Bryan Bertino.
Esto último podría levantar suspicacias entre los espectadores exigentes –salvo excepciones, los primerizos suelen ceder a las imposiciones de los productores–, y sin embargo, Bertino se empeña en cautivar al público con una historia nada complaciente.
No es para menos: escribió el guión de Los extraños en 2004, con la intención de ganar la beca Nicholl, que concede la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Quedó cuarto en las calificaciones, y eso le permitió vender el libreto a Universal.
Con la suerte de cara, el estudio permitió a Bertino dirigir la película, y lo cierto es que el resultado merece, por diversas razones, tener fortuna en la taquilla.
El realizador conoce al dedillo las recetas de un maestro del género, John Carpenter, y las aplica con economía de recursos y dominio de la narración. Sin caer en la nostalgia, Bertino recorre, una vez más, la galería criminal de cintas como La noche de Halloween (Halloween, 1978).
hí, a la sombra de Michael Myers y de otros psicópatas enmascarados, asume el control de una historia con los ingredientes que son propios del subgénero: una encantadora pareja en apuros, implorando una clemencia que no les va a ser concedida, y varios matarifes con su rostro cubierto, acostumbrados a tomar la iniciativa cuchillo en mano y capaces de helar la sangre en las venas.
Pese a que el modelo narrativo por el que toma partido es el de los slasher films de los años setenta y de comienzos de los ochenta, el cineasta convierte a los dos protagonistas –estupendos Tyler y Speedman– en palpitantes seres humanos, muy matizados en su retrato psicológico.
Quienes fuimos y seguimos siendo admiradores de cintas como La leyenda de la mansión del infierno (The Legend of Hellhouse, 1973), de John Hough, y The Haunting (1963), de Robert Wise, agradecemos otros detalles.
Por ejemplo, la calidad de la dirección artística, que nos introduce en un caserón gótico de aire fantasmal, profundo y austero, fotografiado en tonos cálidos. El fuego crepita en la chimenea con un rugido estremecedor, y el débil resplandor de lámparas y velas nos revela un desorden muy sugerente: un piano cubierto de pétalos de rosa, el tocadiscos sobre un mantel de color burdeos, la cabeza disecada de un venado, pesados cortinajes, cuadros amarillentos pintados sobre papel, pasillos que conducen a una pared ciega…
l rodaje de Los extraños comenzó el 10 de octubre de 2006 en Florence, Carolina del Sur, con un presupuesto de diez millones de dólares. Por razones que sólo pueden entenderse desde un despacho, el estreno fue posponiéndose.
El joven director no pudo respirar tranquilo hasta el 30 de mayo de 2008, fecha en que la película llegó, por fin, al público de Estados Unidos y Canadá.
Convencido de que debía sacar partido de la realidad, Bertino se inspiró en un juego que ponía en práctica aquel grupo de hippies sanguinarios liderado por Charles Manson –ya saben: los asesinos de Sharon Tate–. Al juego en cuestión lo llamaban creepy crawling. Consistía en invadir una casa mientras dormían sus residentes, y cambiar los muebles de sitio para provocarles el pánico a la mañana siguiente.
Según parece, otro caso criminal que sobrevuela el guión de Bertino es el que sucedió en la localidad californiana de Keddie, el 11 de abril de 1981.
os hechos tuvieron lugar en la cabaña 28 del Keddie Resort Cuatro personas –una mujer de 36 años, su hijo de quince, su hija de trece y un amigo de la familia, de diecisiete– fueron asaltadas en su cabaña y padecieron una muerte espantosa.
En su informe, la policía indicó que los asesinos habían empleado varios cuchillos y al menos un martillo. Se ensañaron durante más de diez horas. Cuando llegó el equipo forense, los agentes descubrieron que los muros estaban ensangrentados y que los criminales habían acuchillado absolutamente todo: los cuerpos de sus víctimas, las paredes e incluso los muebles.
El caso continúa siendo un enigma sin resolver, y ello, al margen de su importancia policial, también es un señuelo infalible para los amantes del terror cinematográfico.

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